Han llevado a cabo una rehabilitación que ha respetado escrupulosamente los elementos de la construcción primitiva, que databa del siglo XVI. Esta recreación tan fiel al modelo original les ha ocasionado infinidad de contratiempos y continuos retrasos, hasta que, por fin, en 2022 vieron la luz y comenzaron a trabajar, tras superar los problemas añadidos que les ocasionó un cerrojazo al proyecto cuando iban a abrir sus puertas a los visitantes en plena pandemia.
Maribel Migallón y Antonio Barrau restauran un cortijo datado en el siglo XVI situado entre Valdepeñas y Ciudad Real junto a la Autovía de Andalucía
Maribel Migallón Buitrago y Antonio Barrau Morcillo forman el matrimonio que regenta Bodegas San Ricardo, un complejo enoturístico radicado en un cortijo del siglo XVI situado en Consolación, justo al lado de la Autovía de Andalucía, entre Manzanares y Valdepeñas. El vetusto edificio que alberga un gran número de estancias rehabilitadas para su uso enoturístico cuenta también con una bodega que se fundó en 1850 y que disponía hasta de su propia parada de tren. El cortijo y la bodega forman parte de lo que en su día fue una extensísima finca de 2.000 hectáreas de la que era propietario el Marqués de Navasequilla. La visita a estas dependencias, sobre todo si se contrata su experiencia “In Lumine”, se convierte en un viaje en el tiempo al pasado, a cómo era y qué se hacía en una bodega en 1850.
Por imperativos laborales Maribel y Antonio, naturales de Tomelloso, llegaron a Valdepeñas en la primera década de este siglo. Después de algún tiempo buscando casa en el campo, un corredor de fincas les ofreció el cortijo de Consolación. Debió de ser algo parecido a un flechazo, pues nada más verlo decidieron quedárselo. Vendieron sus casas de Valdepeñas y Madrid y se pusieron manos a la obra para iniciar las prolijas labores de rehabilitación que la situación del edificio requería.
Con muchas dificultades fueron encontrando los materiales de los distintos oficios, aunque para ello tuvieron que buscar por media España. Al final, Maribel y Antonio, consiguieron acabar las obras del cortijo, que, por una parte, se convertiría en su nuevo hogar y, por otra, serviría de escenario al exclusivo y sorprendente negocio enoturístico puesto en marcha hace dos años.
Un tesoro de tinajas
A medida que iba viendo la luz la bodega, con sus 103 tinajas de barro de cuatrocientas arrobas, una vez terminada la obra de restauración de empotros y otros elementos en 2014, Antonio vio en aquellas tinajas un tesoro y comenzó a rondarle por la cabeza, la idea de hacer vino. Aunque ese sueño de vino hecho en tinaja tendrá que esperar. De momento se han hecho 9.000 botellas de tres vinos de la marca San Ricardo adscritos a la Indicación Geográfica Vino de la Tierra de Castilla: un blanco ensamblado con las variedades sauvignon blanc y verdejo, un tinto joven y un tinto de reserva de garnacha tintorera. Quieren ampliar la gama con algún otro vino de la misma variedad que utilizan para sus tintos.
Maribel Migallón no escatima elogios para un edificio que se acerca a su cuarto centenario. La bodega, afirma, es única por su construcción. Es una obra colosal de ingeniería. También se han rehabilitado otras dependencias para hacerlas sala de cata, tienda y aseos. “Ofrecemos -apunta- experiencias enoturísticas auténticas en La Mancha. Aquí la gente viene a visitar una bodega original del siglo XIX, no una bodega antigua rehabilitada con elementos actuales. La historia de la bodega está entrelazada con la del cortijo, con la de la gente que lo habitaba, con el propio Marqués de Navasequilla, con sus viñas, sus vinos y nuestra propia historia. Es una visita enoturística pero también antropológica, arquitectónica, cultural y etnográfica”.
Por otra parte, los propietarios del negocio enoturístico, muestran una sensibilidad especial para la sostenibilidad y el equilibrio medioambiental. Entre otras iniciativas, destacan la utilización de etiquetas ecológicas, la ausencia casi total de plásticos y la construcción de fosas sépticas biológicas. Tienen muy en cuenta que el cortijo y la finca que la rodean se encuentran enclavadas sobre el acuífero 23 y por eso el buen uso del agua es primordial.
Múltiples actividades
Las actividades turísticas y enoturísitcas son múltiples. Una de las más espectaculares es la del viaje en el globo más grande de España capaz de llevar a 16 personas. También hacen rutas en vespa y los fines de semana y festivos programan catas con visitas guiadas por los distintos espacios del cortijo que terminan con la cata de sus propios vinos maridados con productos de la zona.
Hay dos tipos de recorridos programados. Uno, la “Visita Panorámica”, incluye un recorrido por las casas de los trabajadores, los patios, la azotea, los porches, la bodega y termina con una cata. El otro, llamado “Visita In Lumine”, es igual al anterior en su recorrido, pero iluminado con velas, igual que cuando se inauguró la bodega en 1850. Maribel recuerda que la luz no llegó allí hasta 1950. Además, se pueden hacer eventos privados, reuniones de empresa y todo tipo de celebraciones para particulares, cumpleaños, aniversarios, bodas, etc.
Tienda
El cortijo cuenta también con una tienda en la que se pueden adquirir una gran variedad de productos de la tierra como el vino, el queso, el aceite, piezas de artesanía, cerámica, telas y objetos de decoración. Además, y ocasionalmente, se programan talleres de yoga, aromaterapia, conservas, tradiciones manchegas, fotografía, astronomía y restauración, entre otros.
“En definitiva, -termina Maribel- entrar en Bodegas San Ricardo, es una experiencia que abarca más allá de personas amantes del vino, cada rincón invita a la inmersión en la historia y la cultura de La Mancha. Aquí, una visita no es solo un paseo entre tinajas centenarias o una cata de vinos excepcionales; es un viaje que nos recuerda el pulso de otra época. Ya sea en la majestuosidad de su globo aerostático o en la intimidad de la ´Visita In Lumine´, cada experiencia nos acerca a las raíces de esta tierra”.