Imagen cedida por «Albasol. Albaladejo Solidario»
Por Victoria Arenas. Profesora de la UNED, sumiller y miembro de ASUMAN
Percibir el aroma del aceite frito y del anís para hacer rosquillos, la experiencia de andar por la cocina vigilando cómo suben las magdalenas e intentar comértelas a pesar de que están humeantes son, en definitiva, algunos de esos grandes placeres de la vida que a menudo nos transportan al pasado, cuando aún teníamos todo por descubrir.
En el fondo, los aromas dulces y amables los llevamos tan dentro de nosotros que forman parte de nuestra familia y de nuestra historia. De hecho, la gastronomía es una de las señas identitarias de cada región del mundo. Los castellanomanchegos somos afortunados por contar con numerosos y afamados dulces tradicionales como las flores manchegas, los borrachillos, los nuégados, las rosquillas, etc.
Desde hace algún tiempo están surgiendo distintas iniciativas en pueblos y ciudades de la región que favorecen la conservación de las recetas tradicionales
Las recetas de estos manjares se han transmitido durante generaciones y, generalmente, se realizaban en grupo. Abuelas, madres e hijas o vecinas se reunían antaño en torno a los fogones para elaborar los dulces tradicionales. Las técnicas culinarias, las recetas y ese modo colaborativo de trabajar iban arraigándose en quienes participaban en dichas actividades.
En la sociedad moderna, donde todo son prisas y soportamos unas vidas llenas de estímulos y actividades, sin darnos cuenta, vamos dejando atrás labores tan amables y satisfactorias como la elaboración de recetas tradicionales. El placer no solo consiste en poder degustar y compartir el producto final, sino también en haber disfrutado de la preparación de los ingredientes, las mediciones de las cantidades, las risas, el amasado cuando corresponde… En definitiva, es fuente de diversión y alegría.

Por suerte, en algunos pueblos y ciudades de nuestra región están surgiendo iniciativas que favorecen la conservación de las recetas tradicionales y la recuperación de la costumbre de elaborar las mismas de forma cooperativa.
Recuperación del recetario tradicional
Un ejemplo reciente es el de un taller de nuégados que organizó la Universidad Popular de Valdepeñas el pasado día 30 de octubre. En esa ocasión, unas 30 personas participaron en la elaboración de este dulce tan delicioso como laborioso. En esta misma localidad, la “Asociación Cultural Gastronómica Duelos y Quebrantos” viene recogiendo y elaborando recetas tradicionales desde su fundación en 1995. Y no solo se dedican a reunirse a cocinar, sino que, además, han publicado dos libros de cocina en los que recopilan recetas de las de toda la vida: “En un lugar de la cocina” y “En un lugar de la cocina 2”.
Otros ejemplos de iniciativas de este tipo también se dan en localidades más pequeñas como en Albaladejo, pueblo con aproximadamente unos 1.000 vecinos. Concretamente, nos referimos a la “Asociación Albasol, Albaladejo Solidario” (fundada en 2023) y que realizan sus dulces rodeando el fuego de la chimenea cuando así se requiere.
En otras palabras, el patrimonio gastronómico manchego continúa estando muy presente en nuestros días. De hecho, muchas celebraciones incluso llevan sus dulces asociados: las torrijas en Semana Santa, los nuégados, los buñuelos y los huesos de santo para el Día de Todos los Santos o el hornazo para el día de San Marcos.
Productos de cercanía
Es fascinante comprobar cómo a partir de sencillos ingredientes locales se pueda dar forma a dulces complejos en aromas y deliciosos para degustar. De hecho, la materia prima de muchos de ellos son productos de cercanía como la harina de trigo, los huevos, el aceite de oliva virgen, la miel, los frutos secos (piñones, almendras, nueces, etc.) o el anís verde, también conocido como matalauva.

En torno a este tema, viene a mi memoria, y seguro que a la de muchos de ustedes, la referencia a las “frutas de sartén” mencionadas en el Capítulo XX de la Segunda Parte del Quijote: “Todo lo miraba Sancho Panza, y todo lo contemplaba y de todo se aficionaba. Primero le cautivaron y rindieron el deseo las ollas, de quien él tomara de bonísima gana un mediano puchero; luego le aficionaron la voluntad los zaques, y últimamente las frutas de sartén, si es que se podían llamar sartenes las tan orondas calderas” (en https://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte2/cap20/default.htm).
Frutas de sartén
Con la expresión “frutas de sartén” se refiere el texto a diferentes pastas de harina que se fríen y se endulzan con azúcar o miel. Como ejemplos, podríamos mencionar las flores manchegas o los pestiños.
Por otro lado, el refranero popular también refleja cómo el sabor dulce es apetecible para la gran mayoría: «A nadie le amarga un dulce». En cierto modo, podríamos decir que el sabor dulce nos hace más felices y, en buena compañía, llegamos a ser doblemente dichosos.
A modo de conclusión, podemos destacar la idea de que la gastronomía de Castilla-La Mancha contiene el valor añadido de la riqueza de sus dulces tradicionales. Esos dulces que forman parte de nuestra propia historia conforman la herencia que nuestros antepasados nos han legado. Con estas palabras hago una invitación a que recuperemos esas recetas familiares que quizá estén escritas a lápiz en alguna libreta olvidada en un cajón y que miden las cantidades en cáscaras de huevo. Pura poesía para el corazón.