ALFONSO CHACÓN GIL Y BERLAMINO FERNÁNDEZ
Pedro Pintado
Ahora se les llama emprendedores. A principios de los ochenta eran personas que no le hacían ascos al riesgo, que se iniciaban en cualquier tipo de actividad que consideraban interesante, y que, si caían, volvían a levantarse y seguían luchando para conseguir sus objetivos. Este es el caso de Alfonso Chacón Gil (Madrid, 1960), un polifacético hombre de negocios, que terminó, de momento, haciéndose un hueco en el mundo del vino y la hostelería de Castilla-La Mancha.
Alfonso Chacón junto a Belarmino Fernández iniciaron su proyecto vitivinícola en 2003 casi de casualidad. En aquellas fechas descubrieron unas garnachas centenarias en un paraje idílico del Real de San Vicente, en la vertiente madrileña de la Sierra de Gredos. ¿Hacemos vino?, se preguntaron los dos amigos, e inmediatamente se pusieron manos a la obra. Primero alquilando una parcela de algo más de una hectárea y la colaboración de la bodega Jiménez Landi, donde hicieron sus dos primeras elaboraciones. Su primer vino, Tres Patas, una garnacha 100% con un año de barrica, del que hicieron 2.500 botellas, salió a finales de 2005.
Posteriormente alquilaron una nave en Camarena para convertirla en la bodega en la que siguen trabajando en la actualidad. Las instalaciones están dotadas con nave de elaboración, sala de botellero y nave de barricas. Bodegas Canopy comercializa en la actualidad unas 100.000 botellas de vinos de gama media-alta.
Antes de llegar a este negocio, Alfonso Chacón, realizó otras muchas actividades, después de estudiar Económicas, creando pequeñas empresas no relacionadas con el sector. Sin embargo, la afición por el vino que le transmitió su padre, provocó, ya talludito, que se pusiera de nuevo a estudiar. Así, consiguió el título de Enología tras pasar por la Escuela de la Vid y el Vino de Madrid (1997-99) y en el 2000 realizó el máster de Enología y Viticultura en la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid.
Este bagaje académico, le permitió iniciarse en la actividad vitivinícola con pequeñas colaboraciones en algunas bodegas de Madrid, al tiempo que abría un negocio de hostelería en Toledo, el conocido Cigarral de Caravantes.
Ahora, Alfonso y Belarmino, con la ayuda de la también enóloga Lorena Díaz, están dedicados en cuerpo y alma a un negocio que pretende llegar a la producción de 250.000 botellas en siete años, ya que con las que venden actualmente les es difícil obtener rentabilidad, dadas las muy peculiares características que adornan el cultivo de su viñedo y la elaboración de sus vinos. Alfonso define a Canopy como un proyecto de recuperación de viñedos antiguos, de zonas despobladas, con un claro sentimiento medio ambiental, todo con el fin de producir vinos distintos.
Bodegas Canopy cuenta con ocho y media hectáreas de garnacha tinta, una de garnacha blanca y siete de syrah, divididas en doce parcelas. Toda la vendimia es manual y las prácticas culturales habría que definirlas como heroicas. Situadas en laderas muy inclinadas, muchas de ellas, la única forma de ararlas es con un “pascualín”. El abono que utilizan es el estiércol de oveja. Nada de herbicidas, solo un poco de azufre y cobre para evitar enfermedades de la viña.
De ahí las quejas de Alfonso ante la escasa rentabilidad: “a nosotros nos resulta un cien por cien más caro trabajar nuestras viñas que hacerlo con una espaldera o una viña tradicional en vaso en llano”.
“Esto lo hacemos porque nos encante el entorno, pero me temo que este tipo de agricultura se va a ir dejando”.
La elaboración en Bodegas Canopy también escapa a muchos de los métodos tradicionales. La mayoría de sus vinos se elaboran con el raspón y sin despalillar. Echan el racimo entero en un tino abierto y lo pisan con los pies para facilitar el contacto del mosto con los hollejos. Los remontados también se hacen pisando. Con las manos se hunden los hollejos que permanecen macerando en frío entre 7 y 15 días hasta que empiezan a fermentar a no muy altas temperaturas. De ahí a la prensa. El mosto se deja un par de días en depósito y de ahí a la barrica. Así elaboran la mayoría de sus vinos, menos el “Ganadero” y “Castillo de Belarfonso”.
Alfonso Chacón es un enamorado de “La Viña Escondida”, el más premiado de sus vinos. Mezcla aroma floral y carácter mineral. Es el paradigma del tipo de vinos que elabora la casa. “Elegantes, frescos, sutiles, sin nada de sobremaduración”, explica Alfonso Chacón.
Bodegas Canopy vende fundamentalmente en hostelería y tiendas especializadas. El 75% de su producción va al exterior y el 25% restante se vende en España. Cuentan con nueve marcas, de las que seis son garnachas, cinco pertenecientes a la DO Méntrida (Congo, Ganadero, Castillo de Belarfonso, Tres Patas y La Viña Escondida) y una a la de Vinos de la Tierra de Castilla y León (Kaos), una de syrah (Malpaso) y dos blancos (Loco garnacha blanca y Ganadero blanco macabeo).