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    Los vinos honestos de Bodegas García de Lara

    AIRÉN DE PIE FRANCO FERMENTADO EN BARRICA Y CENCIBEL

    Pedro Pintado

    La apuesta era arriesgada. Se trataba de recuperar el negocio centenario de elaboración de vino que habían iniciado sus bisabuelos a principios del siglo XX con la plantación de viñas desde la vega del río Tajo en Villarrubia de Santiago hasta la llanura manchega de Corral de Almaguer. Parece que el tiempo le está dando la razón a Miguel García de Lara, reciente bodeguero que en 2017 pudo hacer realidad su sueño de volver a utilizar sus propias uvas en la elaboración de unos vinos que están comenzando a dar que hablar. Miguel García de Lara maneja las casi sesenta hectáreas que su familia ha ido reuniendo a lo largo de generaciones. Plantaron viñas sus bisabuelos y abuelos. Y ahora la cuarta generación y antes sus padres han continuado con la tradición plantando 27 hectáreas de cencibel, cabernet sauvignon, merlot, petit verdot, moscatel de grano menudo y viognier en la finca Valle del Soto, localizada en el término municipal de Villarrubia de Santiago.

    Muchos años antes, en la Finca Villalobillos o “La Quintería”, situada en Corral de Almaguer y que pertenece a la familia desde el siglo XVII, el abuelo de Miguel plantó 22 hectáreas de airén de Pie Franco y 4 de tinto de la pámpana blanca. Las viñas se fueron poniendo entre 1935 y 1960 en las tierras de peor calidad de la finca. En ese mismo lugar se encontraba la antigua bodega, construida en 1940, donde se elaboraba toda la producción.

    La tercera y última finca que completa el patrimonio vitícola de la familia es “La Cueva Colorá”, que además da nombre a su vino tinto cencibel. Se ubica en el término municipal de Villarrubia de Santiago lindando con Santa Cruz de la Zarza y Villatobas en la meseta castellana justo antes de comenzar la gran depresión del valle del río Tajo. Allí se plantaron 5,47 hectáreas de cencibel en 1960. Cultivada en secano, en un terreno calizo con textura franco limosa. Su nombre proviene de una cueva situada en la parcela y del color rojizo de la tierra.

    Con estos mimbres y con el asesoramiento técnico de un enólogo de gran prestigio como David Carmona, el riesgo de la aventura iniciada por Miguel García de Lara en 2017 parece menor. Ahora ya se están comenzando a ver los primeros resultados. Sus vinos han interesado ya a un consorcio de pequeñas bodegas exportadoras y ya se venden en países como Holanda, Bélgica, Andorra y Canadá. Además, en el tiempo que le deja libre su trabajo en AENA, Miguel va ampliando su red de distribuidores nacionales y consiguiendo que sus vinos sean ya servidos en algunos restaurantes de gran prestigio en Madrid y provincias de Castilla-La Mancha. Además, y teniendo en cuenta el poco tiempo desde que se comercializan, sus vinos ya han conseguido notables puntuaciones en Guías de Vinos referentes en España como las de la Semana Vitivinícola y Peñín.

    Desde el primer momento, Miguel ha tenido muy claras las ideas de lo que quería hacer. Ante todo “un vino honesto”. “Elaborar vinos -continúa- respetando la variedad, su carácter y los suelos de donde proceden, vinificando de forma respetuosa, pero sin renunciar a la mejor tecnología y conocimiento del siglo XXI.” Actualmente sus vinos se elaboran en las instalaciones de otra bodega en Villarrubia de Santiago en la que dispone de cuatro depósitos de 5.000 litros con control automático de temperatura con frío. La crianza, tanto en barrica de madera como en botella se realiza en sus propias instalaciones.

    Su airén de Pie Franco fermentado en barrica es uno de los vinos estrellas de la bodega. Permanece casi un año en madera y después varios meses entre depósito y botella, donde termina convirtiéndose en un gran vino. No en vano procede de viñedos que siempre han destacado por su calidad al proceder de plantas sin injertar, lo que les proporciona, según García de Lara “más raza varietal, mejor balance entre vegetación y rendimiento y habilidad para superar carencias o excesos naturales de agua o temperatura. Además, envejece de forma distinta que las actuales de dos piezas y vive más, porque es una planta sana que regula su vigor a lo largo de todo el ciclo y resiste mejor los suelos calizos.”

    Las últimas viñas plantadas en la finca Viñas del Soto se sitúan a una altitud de 535 metros ocupando las laderas pedregosas y menos fértiles. La proximidad del río Tajo hace que tanto el clima, con grandes contrates entre el día y la noche, como los suelos, muy diferentes debido al antiguo lecho del río Tajo, gravas, margas, arcillas y arena, dan a cada parcela un carácter propio.

    En la actualidad, la bodega de Miguel García de Lara vende unas 18.500 botellas al año. De las que diez mil son de su blanco airén de Pie Franco “Villalobillos”, 1.500 de su blanco airén de Pie Franco fermentado en barrica y 7.000 del tinto cencibel “La Cueva Colorá”.

    Los proyectos de futuro pasan por poder elaborar toda la producción de sus viñedos, algo que podrá tener visos de realidad cuando tenga definitivamente establecidos sus canales de distribución. De momento, una buena parte de las distintas variedades de uva que produce en sus fincas las vende a otras bodegas de la zona.

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