Castilla-La Mancha cuenta con una serie de atributos que la posicionan como referente en el desarrollo de la actividad vitivinícola. La superficie de viñedo castellanomanchego supera las 456.000 hectáreas – en media del último lustro-, lo que representa un 48% de la superficie total dedicada a este cultivo en España y en torno al 6% de la mundial. Además, es la comunidad autónoma española con una mayor superficie de cultivo ecológico: 61.260 hectáreas en 2019, favorecida por las condiciones climáticas y del suelo existentes en la región.
La superficie del viñedo castellano manchego supera las 456.000 hectáreas
La presencia del viñedo se extiende por todo el territorio castellanomanchego, nutriendo el paisaje y la actividad agrícola de más de la mitad de los municipios de esta comunidad autónoma. El protagonismo de este cultivo en las provincias del Albacete, Ciudad Real y Toledo se traduce en su presencia en más del 70% de los municipios de cada una de ellas
Esta destacada presencia del cultivo de la vid, que también lleva aparejada el desarrollo de otras actividades vitivinícolas en el ámbito rural, en municipios de tamaño pequeño y mediano, favorece la fijación de población al territorio. Un hecho que goza de especial importancia para hacer frente al reto demográfico. No hay que olvidar que más del 40% de los municipios de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo cuentan con menos de mil habitantes. En este contexto, la dedicación de factor trabajo que exige la actividad vitivinícola a lo largo del año, así como la tendencia de aumento de la dimensión de las explotaciones para hacerlas suficientemente rentables, aprovechando las economías de escala, favorecen la retención de población y profesionales vinculados con este sector.
Por otro lado, a la capilaridad territorial de la viticultura se une la diversidad de la producción de vino, patente en la existencia de una veintena de denominaciones de origen de vino (denominaciones de origen protegidas y vinos de pago) y una indicación geográfica protegida en Castilla-La Mancha. Anualmente se producen algo más de 3,4 millones de toneladas de uva para vinificación en toda la región, y por encima de los 20 millones de hectolitros de vino (en media, para el periodo 2015 – 2019). Unas credenciales que sitúan a Castilla-La Mancha como líder en la producción de vino en España. Además, es la segunda comunidad autónoma (solo por detrás de Cataluña) con un mayor censo de bodegas y embotelladoras de producción ecológica (18,5% del total nacional en 2019).
Una de las particularidades de la estructura productiva del sector vitivinícola castellanomanchego viene dada por la mayor presencia relativa de las cooperativas. Así, entre el 75% y el 80% del volumen de producción de vino y mosto en Castilla-La Mancha corresponde a este tipo de entidades. Las cooperativas también suponen en torno al 45% del valor de las ventas del conjunto de bodegas localizadas en la región, según datos de Cooperativas Agro-alimentarias Castilla-La Mancha.
Algunas bodegas castellanomanchegas han encontrado en el enoturismo un buen aliado y vector de promoción de la cultura del vino, así como escaparate de la oferta local. Las rutas enoturísticas que alberga la región van en aumento. Actualmente existen cuatro Rutas del Vino de España (incluyendo la de Jumilla, compartida con Murcia) que, en 2019, atrajeron a más de 60.200 visitantes, según ACEVIN. El enoturismo es, por tanto, un complemento de actividad para el sector vitivinícola castellanomanchego con potencial de crecimiento.
Al considerar tanto la actividad de la viticultura, como la elaboración y comercialización del vino, se estima que su contribución al PIB de Castilla-La Mancha supera el 4,6%. Además, contribuye a generar y mantener más de 42.772 empleos totales (puestos de trabajo equivalentes a jornada completa), incluyendo también los indirectos (en actividades suministradoras de la vitivinícola) e inducidos. Y su aportación económica en términos de valor añadido bruto se situaría por encima de los 1.740 millones de euros anuales.
La relevancia del sector vitivinícola en la economía castellanomanchega se observa, igualmente, en su aportación a la balanza comercial y su proyección internacional. El sector arroja un amplio superávit comercial: por encima de los 770 millones de euros anuales, en media de los últimos cinco años, de acuerdo con los datos de Aduanas y la Secretaría de Estado de Comercio. Las exportaciones castellanomanchegas de productos vitivinícolas, que en 2020 alcanzaron los 746 millones de euros, tienen como principales destinos los mercados francés y alemán (ambos suponen más del 40% del total). Aunque entre los diez primeros destinos de las ventas al exterior del sector también figuran mercados más lejanos, como China, Rusia y Japón. El número de empresas exportadoras de productos vitivinícolas había alcanzado las 611 empresas en 2019, aunque con la pandemia, se redujo hasta las 564 empresas el año pasado. Sin embargo, el peso de las empresas que han consolidado su actividad exterior (es decir, que han exportado de forma consecutiva en los cuatro últimos años) se ha ampliado hasta representar el 46% del total de exportadores.
En definitiva, el sector vitivinícola castellanomanchego contribuye a la dinamización económica de la región. Es relevante su capacidad productiva y contribución al PIB, así como su rol como fuente de empleo y canal de internacionalización de la economía de Castilla-La Mancha. Se trata, además, de un sector que sintoniza con las prioridades de fijación de población al territorio y de sostenibilidad.
La información recogida en este artículo es parte del informe “ La relevancia económica del sector vitivinícola en Castilla-La Mancha” elaborado por AFI para la Interprofesional del Vino de España y la Fundación Tierra de Viñedos. Informe completo disponible en este enlace
Firmado: Equipo Analistas Financieros Internacionales