Es el claro ejemplo de una nueva estirpe de jóvenes bodegueros que han surgido en distintos puntos de la geografía castellano manchega y que se caracterizan por rentabilizar al máximo los escasos medios con los que cuentan a base de echarle muchas horas al campo y a la bodega, y volver a la vitivinicultura natural de sus antepasados. Este es el caso de Manuel Requena Molina, un joven socuellamino de 33 años, que se está erigiendo en los últimos años como uno de los máximos exponentes de estas vanguardias ancestrales que priman la viticultura absolutamente natural, desprovista del más mínimo tratamiento y una vinicultura sin aditivos ajenos al producto, en el que las viejas tinajas de barro y cemento se han convertido en elementos indispensables de vinificación.
Manuel Requena Molina, propietario de la bodega de vinos naturales de Socuéllamos
Manuel Requena es un autodidacta de la enología, que comenzó a estudiar un módulo de Formación Profesional, que finalmente no acabó. Su formación es fundamentalmente bibliográfica. Lee todo lo que puede sobre la materia en el poco tiempo que le queda después de trabajar en el campo y en la bodega. Lleva ocho años elaborando vinos naturales, al principio para familiares y amigos. Visitando bodegas. Llevando sus vinos a muchos sitios para ser catados.
En 2020 se creyó preparado para salir al mercado. Elaboró mil botellas de dos vinos distintos en la bodega de un amigo, que le sirvieron de carta de presentación, mientras, a la vez, terminaba su pequeña bodega en un antiguo garaje donde su familia guardaba el tractor. Así nació Bodegas Indar. En poco tiempo ha conseguido que sus vinos se pueden encontrar en restaurantes como el Montia, Santerra y el Celler de Can Roca, entre otros, aunque el grueso de sus ventas van al mercado exterior, donde comercializa el 80% de su producción que, actualmente, es de 7.500 botellas.
Manuel Requena agradece el gran apoyo que ha recibido de sus padres, Aurora y José María, de su hermano Octavio y su pareja Lourdes, que le ayudan en todos los procesos tanto administrativos como de producción y a muchos amigos que le diseñan etiquetas, logos, vídeos, fotografías, etc.
Viñedos muy viejos
Bodegas Indar cuenta con viñedos muy viejos de airén que plantaron los tatarabuelos de Manuel Requena en 1935. Unos años más tarde, en 1950 plantaron también airén, de fie franco. El resto de su explotación está integrado por tempranillo y macabeo. En total son ocho hectáreas en propiedad, de las que solo elaboran las mejores parcelas.
El año pasado arrendó una de las viñas más viejas de airén de Socuéllamos, con una producción que no llega al kilo por planta. Su idea es salvar y recuperar viñas antiguas. Tiene en mente la próxima plantación de variedades autóctonas como la crujidera y el tinto velasco.
Bodegas Indar elabora vinos jóvenes que comienzan a salir al mercado en marzo y vinos con una crianza de seis meses, utilizando tinajas (barro y cemento) y barricas. Manuel Requena elabora cuatro vinos blancos, todos con la variedad airén: La Pelá Llano, La Pelá Pie Franco, Ventusque (airén con hiperoxidación) y Candongo (airén de vendimia tardía); tres vinos tintos: Bollolé (tempranillo), Indar (cencibel y perellada) y Lebrel (cencibel, airén y macabeo); y dos espumosos: Venturi Blanc (airén) y Venturi Rosé (cencibel y macabeo).
Producciones limitadas
Sus producciones son limitados. Los vinos La Pela Airén y Lebrel son los que más se venden, unas 2.000 botellas de cada uno al año. El precio oscila entre los 14 y los 25 euros. Todos salen al mercado como vinos de mesa por lo que en sus etiquetas solo puede incluir la marca. La falta de cualquier tipo de indicación de procedencia del vino y de otros datos de su elaboración no han impedido, según Manuel Requena, su introducción en muchas tiendas gourmet, vinotecas y restaurantes de gama media y alta. La mayor parte se vende en el mercado exterior, principalmente Estados Unidos, Italia, Bélgica y Japón, quedando aproximadamente un 20% de la producción en España.
