jueves, abril 18, 2024
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    El vino “para no pensar”

    Hace unos días mi querido amigo Raúl Igual preguntaba en un vídeo en internet cuál sería “el vino que tomaríamos sin pensar”. Raúl es el sumiller y propietario del restaurante Yain de Teruel, maravillosa persona y un maestro en lo suyo que comparte conocimiento de una manera simpática y cercana en sus redes sociales.

     “No hace falta siempre abrir botellas especiales o vinos caros, no os de vergüenza decir que bebéis en el día a día, vinos, que quizás, a los “entendidos” no se les puede decir porque pensarían que no entendemos. Atreveros a equivocaros, reíros de ello y aprender. El mundo del vino es mucho más que grandes sommeliers, vino snob, modas y marcas”, es una de las enseñanzas del sumiller turolense.

    Disfrutar el vino

    Con esta pregunta quería saber cuál es el vino que abrimos para cualquier ocasión, esa botella que tenemos preparada para beber sin más y punto, el que está rico y no precisa de nada más que la ocasión de disfrutar el vino. Hay marcas que en casa son apreciadas por lo que sea, ya por ser de la bodega del pueblo, por ser de la cooperativa de la que un familiar es socio, por tradición o por manía de uno de la casa. Otras porque están asociadas a alguien o algún momento y siempre caen bien, y el vino más coloquial, el que alguien tiene en la barrica guardado como un tesoro y a veces está rico y otras no tanto, pero que se bebe con la felicidad del que te lo sirve como esa joya que atesora. Luego ya vendrá el “cuñao” de turno a ponerle pegas y dar clases magistrales de su cultura.

    Un momento, una compañía

    Si me preguntan, suelo contestar que para mí no hay un vino, hay un momento, una compañía. El vino lo disfruto como algo secundario. Al margen de lo profesional, para mí el vino es el mejor aliado de lo dicho, un acontecimiento. Como valdepeñero lo tengo asociado a un momento agradable, fraternal, festivo, a ¡la bota!

    Sí señor, desde las fiestas más queridas, las del vino, a unas gachas en la cocinilla de alguien o unas migas camperas, no puede faltar el vino en bota, y que rule, y no recuerdo que nadie pregunte qué vino es, se bebe felizmente en comunión con la grata compañía y nada más. Pasa como todo, que se escapa algún comentario tipo “hace buen vino esta bota” y todo el mundo sonríe y espera que le llegue el turno de apretar el culo (a la bota). Esto de la bota de vino lo tengo emparentado con el porrón, que también tiene su arte y del que suelo decir que hay dos tipos de bebedores en porrón, el que bebe el chorrete del lado fino y el que se nutre con el lado gordo. En cualquier caso, es algo agradable, casi espontáneo, y trufado de buenos ratos que perdurarán en la memoria.

    Adán Israel es presidente de la Asociación de Sumilleres Manchegos

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