Adán Israel. Presidente de Asuman
Recordando a un amigo anciano que ya no puedo ver, que era muy dado a empezar sus comentarios como si fuera a contar un cuento, y era la historia de su vida y experiencia que transmitía con su voz de locutor. Ese, que con su particular encanto me repetía que le daba muchas vueltas al vino, literalmente. Cuando agitaba la copa antes de olfatearla, a ese, le dedico estas cuatro letras mal juntadas.
El vino es un alimento con connotaciones gastronómicas, hedonistas, culturales y que anima al alma
Cuentan los viejos que antes el vino estaba mejor visto. Se hablaba de él desenfadadamente, se parodiaba, incluso sin necesidad de citar el alcoholismo. Citan que se almorzaba, comía, merendaba y cenaba con vino, en su justa medida y como a cada uno le apetecía: en vaso o con una caña en la botella, en porrón o en copa, en bota o a morro. También era lugar común comentar si tomarlo solo a temperatura ambiente, la que fuera y en la época que fuera o a la temperatura de la bodega o fresquera, a la del pozo o la del refrigerador eléctrico. Beberlo solo o con agua, sifón o gaseosa.
Los que pintan canas o han perdido el flequillo por el paso de los años saben que no es solo una bebida más, que el vino es un alimento con connotaciones gastronómicas, hedonistas, culturales y que anima el alma y dependiendo de la dosis afloja la lengua. Saben los mayores que da igual cuál o cómo, con quién, y que el vino debe ir acompañado de algo sólido siendo su mejor aliado el queso y el jamón. Después todo lo demás.
Mucha identidad
Rezan los que saben más por viejos que por lo demás que el vino es un producto con mucha identidad, y que no hay dos iguales lo diga quien lo diga, y a los chulos se les calla con las catas a ciegas, que el que mucho habla mucho miente o se equivoca, y que las sentencias firmes las dictan los magistrados, y también yerran.
La charla más animada y sana, la sincera y entrañable suele tener la banda sonora del tintineo de las copas o el sonido del corcho al salir. Es el mejor preludio y sazón. Además, siempre da tema de conversación, que si esta botella o aquella de aquel día, que si esta bodega o aquel viaje, o esa recomendación de ese camarero tan majo.
Saborear el vino
El caso es que los ancianos tienden a acertar, y aun así los más sabios callan y dejan hablar, porque no hay que ser un técnico para saborear el vino, ni ningún alimento. Se trata de disfrutar el momento. Dejar el móvil en el bolsillo, alzar las copas para brindar por el que no está y mirar a los ojos de quién comparte ese futuro recuerdo, porque la vida se resume en recuerdos y hay que intentar que sean lo más agradables posible.
A los que nos enseñan todos los días, algunas veces en silencio, a los que nos trajeron aquí, gracias y un brindis por vosotros.
Me ha recordado a mi abuela Manola, que bebía el vino con agua, verdades como puños en este precioso artículo. Un abrazo Adán
Gracias también a ti Julián. Cuando queráis podéis enviar alguna colaboración para publicar en esta revista o información de vuestra bodega y vinos.
Saludos
Pedro
Amén.
Es más, hay que revisar el porqué hemos dejado que el mercado global dirigido por americanos e ingleses durante décadas hiciera de menos a alimentos como el vino o el aceite y nos llevaran por caminos de cultivo y venta que no nos han beneficiado.
Más vinos y menos prejuicios, aprender y disfrutar, no hay otro sentido.
Saludos
Hola Jesús. Muchas gracias por tu comentario y seguir la colaboración de Adán en esta revista.
Saludos Pedro
Estoy de acuerdo, más gluglu y menos blablabla.